Leyendo a Stendhal: Beatriz Cenci


“El segundo retrato valioso de la galería Barberi­ni es de Guido; es el retrato de Beatriz Cenci, del que tantos malos grabados se ven. Este gran pintor puso en el cuello de Beatriz un trozo de tela insignificante, y en la cabeza un turbante; el pintor no se atrevió a llevar la verdad hasta lo horrible reproduciendo con verdadera exactitud la vestidura que Beatriz se ma­ndó hacer para ir al suplicio y la cabellera en desor­den de una pobre niña de dieciséis años que acaba de entregarse a la desesperación. El rostro es dulce y bello, la mirada muy tierna y los ojos muy grandes, con la expresión asombrada de una persona a la que acaban de sorprender llorando amargamente. El pelo es rubio y muy bonito. Este rostro no tiene nada de la altivez romana y de esa conciencia de las propias fuerzas que solemos observar en la firme mirada de una “hija del Tíber”, de una figlia del Tevere, como dicen ellas mismas con orgullo. Desgracia­damente, las medias tintas han tomado un rojo la­drillo en ese intervalo de doscientos treinta y ocho años que nos separa de la catástrofe cuyo relato se va a leer”.

Stendhal. Los Cenci (1837-1839) Trad.: Consuelo Berges


La historia de Beatrice Cenci es cierta. Que el retrato del Palacio Barberini sea el suyo, y que éste fuera obra de Guido, se discute. Y sin embargo, para Stendhal no había duda. A la terrible historia narrada por los cronistas le faltaba un rostro. Y éste era. Bajo su influjo, Stendhal escribió uno de sus relatos más intensos. Pienso en Stendhal, en Shelley, en Byron, en Heine, y resulta llamativo que del entusiasmo casi infantil de aquellos hombres, de su capacidad para dejarse arrebatar por el hechizo de un relato, de una leyenda, de un mito, surgiera el último puñado de historias donde todavía se puede sentir un poco de vida original, fuerte, auténtica. Hoy serían más críticos; pero hoy se propende a la novela histórica, o a la literatura para literatos… Sin duda, este es el verdadero rostro de Beatrice Cenci, pintado en su celda la víspera de su ejecución, por Guido Reni.



Texto: Diego

Comentarios

  1. Mi nombre es Beatriz Cenci y vivo en este siglo XXI en Argentina. He tenido el gusto de llevar el nombre de esta pobre mujer que fue victima de su epoca. En 1999, cuando se cumplieron los 400 años de su muerte, tuve el orgullo de exponer en el teatro Colon de Buenos Aires con motivo de la presentacion de la opera del maestro Ginatera "Beatrix Cenci", un cuadro pintado por mi, basandome en la pintura de Guido Reni. donde el paño que cubria sus hombres se desliza dejandonos ver su desnudes, simbolicamente su verdad, lo injusto de su muerte. En este mundo actual, donde la mujer por fin comienza a ser escuchada, Beatrice no hubiera tenido ese brutal fin.

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