Panta Rhei


A Panta Rhei me llevó Claudia, en una escapada a Madrid que salió mal, pero que tuvo sus momentos buenos, como éste. Era una tarde fea, llovía, y desde Atocha hasta la calle Fernando VI nos dio tiempo a discutir. ¿A dónde me llevas, Claudia? A un lugar maravilloso. Y lo era. Estaba anocheciendo cuando llegamos, y de los escaparates salía una luz acogedora. Una librería, pero una librería sólo de libros ilustrados, libros con los diseños y los formatos más extraordinarios; en cualquier recoveco encuentras una publicación del tamaño de un cromo, con hojas desplegables. Lo impensable está allí. Pero no íbamos buscando nada, íbamos solo a distraernos, y porque Claudia quiso hacerme ese regalo. Al entrar nos detestábamos, pero el rato que pasamos allí nos suavizó el ánimo, volvimos a querernos un poco y salimos con ganas de volver a pasear y buscar un sitio donde beber algo. Más adelante regresé, yo solo. No buscaba libros, sino un lenitivo. Pero ya no estaba allí, se la habían llevado a otra parte. Volví a mi hostal de Atocha. Me tragué mi mala sombra con unas jarras de cerveza y un bocadillo de calamares. ¿Y la nueva librería? No lo sé, no he tenido ocasión de ir. Además, ya no será lo mismo.


Texto: Diego. Imagen: Gordolobo

Comentarios

  1. Lo menos que puede pasarnos al irnos y después volver a un sitio que se llama Panta Rhei es no encontrar algo o a alguien.
    Además, ¿estás seguro de que eras tú, el mismo de antes, el que volviste más tarde? XD

    Bonita librería. Tomaremos nota para la "niña".

    Saludos.

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  2. Hola querido Diego. Se nota que esa librería dejó huella en ti. En cualquier caso, guardarás en tu alma un motivo especial para no olvidarla.

    Volverás...

    Un beso enorme.

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