CONTRA LA GUERRA, LA PAZ QUE ENGENDRA LA CULTURA


Daniel Barenboim dirige el cuarto movimiento de la novena de Beethoven con  la orquesta West-East Divan Orchestra,  movimiento en el cual el coro canta el poema de Schiller :«...¡Abrazaos millones de hermanos!/ Que este beso envuelva al mundo entero!/ Hermanos! Sobre la bóveda estrellada/ habita un Padre bondadoso!/ ¿Flaqueáis, millones de criaturas?/ ¿No intuyes, mundo, a tu Creador?/ Búscalo a través de la bóveda celeste,/ ¡Su morada ha de estar más allá de las estrellas!»

El conflicto Judeo-Palestino es, indiscutiblemente, el más antiguo de los que existen hoy en el mundo, y para entenderlo con un mínimo de objetividad es necesario poseer extraordinarios conocimientos de historia, razón por la cual la mayoría de las opiniones que oímos sobre el mismo y los planteamientos para solucionarlo son, en su inmensa mayoría, nacidos de la indignación que la guerra produce y sin rigor alguno; pero en lo que probablemente casi todos acertemos es que, por ambas partes, hay canallas muy poderosos empeñados en mantener abierto ese conflicto, sufra quien sufra –unas veces unos, otras veces los otros–. Conflicto que no es sino “la almendrilla” del desencuentro cultural y religioso de los musulmanes con los occidentales en todo el mundo.
Por ello, quizá la postura más conveniente del común de las personas sea “tragarnos” la indignidad que esta guerra nos produce todos los días y exaltar aquellos hechos, actitudes y símbolos de cualquiera que actúe por la paz de esa tierra. 
A finales del pasado siglo el músico Daniel Barenboim creó, junto al escritor de origen palestino Edward Said, la West-East Divan Orchestra formada por músicos de origen israelí, árabe o español, acción por la cual ambos recibieron el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, y hace poco el Papa Francisco, reuniéndose con los líderes musulmanes y judíos en Jerusalén, ha dado una extraordinaria lección política a tanto estadista zorruno como existe en la actualidad.

 

josé del moral de la vega

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