Dice el maestro Vives que se
aprende a amar aprendiendo a mirar. Mirar lo que está delante y ver lo que hay
detrás, que no se ve.
Casi todo el mundo mira las obras
geniales y se extasía. Hay otros que se quedan en lo inocente: ver como vuela una
libélula, cómo zurea un palomo, como va y vuelve una hormiga, como juega un
perrillo con un trapo. Y hay otros para los que su disfrute está en mirar a la
gente, sin más: como camina un niño por el borde de una acera, la forma en que
una anciana pone las manos sobre el regazo, la gesticulación de un adolescente
contando cosas de amor, la blusa de una joven que, al andar, enseña o esconde
su pecho, bellísimo.
Para acercarse a la esencia de
las cosas hay que desaprender todo, volver para atrás y mirar como lo hace un
niño, sin más principio que ver.
¿Qué estaría mirando esta inglesa,
ensimismada, que por casualidad descubrí con mi cámara este verano en la
Axarquía?
Texto e imagen de José Del Moral
De la Vega
No perder jamás la capacidad de asombro, José, todas las cosas y hechos tienen algún detalle para admirar.
ResponderEliminarUn abrazo.
¡Procuraremos estar bien atentos hasta el último segundo de la vida!
ResponderEliminarUn abrazo